Compartimos una nota de Sergio Wolf, periodista de Racing. El Primer Grande.
Dicen tonterías los que creen que pasaron los tiempos de la monarquía y los príncipes: los príncipes siempre hicieron historia. Desde el envidiado Raniero de Mónaco al Adam de La bella y la bestia, del de Maquiavelo que fundó la política moderna al tierno Principito de las frases hechas, del controvertido Carlos de Gales al príncipe azul de las enamoradizas, del de la fábula con la rana, tan diestro con la espada para agigantar su reino al de La cenicienta y su zapatito feliz. Ahora sumamos otro: El Gran Príncipe Milito.
El Duque Cocca no lograba que el reloj de la torre acelerara y dejáramos de sufrir el temporal de pelotazos. Pero cuando el Gran Príncipe estuvo solo adelante, intentando pensar, sin que nos demos cuenta, como al influjo de las pociones mágicas, todos fueron mimetizándose, volviéndose Príncipes. No tenía sosiego el Príncipe Chino, custodiando su área con grandeza imperial, poniendo la capa en el ángulo o junto al palo del castillo. Nuestra infantería no hacía pie en el medio pero el Príncipe Videla corría con su caballo incansable y su armadura. No hilvanábamos una buena estocada, pero junto al Gran Príncipe pensante estaba el acechante Príncipe Bou. Y bastó que el Gran Príncipe tuviera un segundo para mirar más allá de las colinas y ponerla para que el Príncipe Videla cruzara territorio enemigo y abriera la puerta del palacio dorado con un zapatazo que luego remató el Príncipe Díaz, que venía herido y con venda-Loeschbor para romper la angustia y empezar a dejar a salvo el trono.
Luego el sol iluminó la comarca. Y todos los Príncipes lucharon y desplegaron elegancia para jugar. Y fue entonces cuando el Gran Príncipe terminó de lucir sus ropas de gala, gambeteando por la corte enemiga, asistido por el Príncipe Bou -en un pase que convirtió el área en jardín- y por el Príncipe Demonio, que vio venir al hidalgo, que hizo un hueco celestial para acariciar la corona… Terminamos cabalgando el terreno del pequeño arroyo como heraldos vencedores. Y el Gran Príncipe, en vez de encontrar el zapato mágico, nos mostró que lo tenía puesto. Y con esos zapatos y esa corona -como en cuento de hadas-, nos hizo sonreír en el gran baile. Y tan contento estuvo que nos invitó a celebrar otra fiesta en dos semanas, cuando los del norte acepten vernos danzar en el palacio cilíndrico. Bailaremos con Usted, Gran Príncipe.
Fuente: Olé (por Sergio Wolf)
Racing Club – El Primer Grande
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